La Política Migratoria tanto interna como externa es una tarea pendiente-urgente del Estado, pues a lo largo de su historia, no ha trazado aún una política coherente de población territorial, sea para atraer inmigrantes, sea para la retención de su propia población; en consecuencia, se da por descontada la ausencia de un proyecto político viable en nuestro territorio donde se deben construir y articular los intereses a largo plazo de la nación.
La Constitución Nacional de 1870 –dictada bajo ocupación de las tropas extranjeras- dio apertura y legalidad para la inmigración sujetándola en tres vertientes: Privilegia la inmigración de extranjeros que contribuyan: a) al mejoramiento de las industrias; b) labrar la tierra; y, c) introducir y enseñar las ciencias y las artes. Como se podrá notar, paradójicamente, en este primer ensayo migratorio, ninguno de los objetivos apunta al repoblamiento del país, diezmado y aniquilado a consecuencia de la guerra.
En las décadas de los ’60 y ’70 -siglo XX-, nuestro país desarrolló una política poblacional en un contexto de ampliación de la frontera agrícola y dentro del marco de la doctrina de seguridad nacional. Sin embargo, la cuestión agraria seguía sin solución, a la que se sumaban otros problemas: los inmigrantes y los títulos dominiales rurales no han tenido soluciones de fondo, ya que la formulación legal de los objetivos y propósitos como las decisiones administrativas a menudo se tornaban declarativas sin ninguna fuerza ejecutiva, por cuanto que el propio Estado se asienta sobre el desorden legal y administrativo, situación propicia para el crecimiento de la corrupción e ineficiencia.
El nuevo ordenamiento mundial impone un nuevo paradigma: la globalización, en detrimento de la perspectiva clásica del Estado-Nación, planteando el concepto de soberanía irrestricta sobre el territorio de un país. Este fenómeno sociopolítico-cultural y económico, ya instalado plenamente, privilegia el rol de las corporaciones multinacionales y de instituciones supranacionales y el fomento de la interdependencia entre países limítrofes y la permeabilidad de las fronteras para el libre flujo de bienes, capitales y recursos humanos.
Este nuevo orden mundial, empero, ha ganado rápidamente opositores, porque –según éstos- en la práctica los países, sobre todo los industrializados, que pregonan la globalización siguen implementando políticas tendientes al fortalecimiento de la soberanía territorial e incrementado las inversiones con el propósito de lograr un mayor grado de control y dominio sobre los país más débiles y endebles; en este contexto, un país como el nuestro que sin haberse consolidado plenamente en un Estado-Nación, entra a formar parte de un esquema de integración regional en un marco de creciente interdependencia asimétrica.
En este escenario resalta la presencia de flujos migratorios brasileños en nuestro país, sean legales o ilegales, puesto que vienen a instalarse con sus capitales, recursos e imponiendo de manera silenciosa pero sistemática su cultura. Debe llamar a la reflexión a las autoridades no la presencia de los inmigrantes brasileños, sino la ausencia o inexistencia de una política migratoria real y eficiente, pues asistimos cómo con mucha facilidad, a poco tiempo de instalarse, colaboran enormemente para explotar y expoliar nuestros recursos naturales poniendo en amenaza no sólo la fauna y la flora sino a la propia población de nacionales, no sin antes de remesar a su país los beneficios obtenidos de ello.
Es de recordar que toda migración se realiza conforme a un plan, guiada por un propósito y movida por un impulso de mejora o ambición y la misma puede adoptar una de las siguientes formas: inmigración masiva, invasión, conquista y colonización (falta determinar en qué tipo de inmigración se encuentran los brasileños, ya que tienen en su haber vasta experiencia en expansión territorial, según los historiadores).
Parece increíble que la Política Migratoria sea preocupación de la prensa y de algunos sectores sociales, pero se lamenta que no figure en la agenda de los políticos, ni siquiera después de los últimos sucesos en el Chaco protagonizados por los brasileños, sobre todo considerando que la soberanía de un país se estructura sobre la base de una población relativamente homogénea, estable y cuyo crecimiento se encuentre dentro de los parámetros previsibles; éstos son puntos focales y funcionales de aquella, por lo que se infiere: la sostenibilidad de la soberanía de un país como el nuestro, debe imperiosamente implementar y desarrollar una política migratoria como un punto clave, acorde a los nuevos tiempos priorizando sus propios intereses y el bienestar de su gente.
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