Hacemos entrega de la que se podría llamar segunda parte del mismo artículo y que nuestro semanario la publicara en semanas atrás. En efecto, en este, ciertamente se analizarán las conexiones y las implicaciones que la migración representa frente a la soberanía y sobre todo, revela -con facilidad- las deficientes de los sistemas y/o políticas en materia de migraciones.
Se ha apuntado desde esta columna que la política migratoria es una cuestión fundamental cuya resolución resulta ineludible para la sostenibilidad de la soberanía. Quizá la apreciación sea muy extremista, sin embargo, abordando la cuestión migratoria y confrontando con realidad emergente de ella, es de advertir que urge un tratamiento puntual y efectiva, a partir de un delineamiento claro y, naturalmente, que el objetivo de la política migratoria no comporte una connotación meramente xenofóbica, sino de desarrollo poblacional equilibrado y organizado.
Habremos de apuntar que las migraciones en todos los casos representan un nuevo problema para el país acogedor y que generalmente se suman a los otros preexistentes como se da en nuestro país. Por ello, es de precautelar esta irrupción poblacional de carácter especial y fluctuante (pues no está sujeta al índice de crecimiento natural de un país). Una cadena migratoria que se incorpora en un país, cuanto más representa mayor demanda de servicios públicos (hospital, escuelas, teléfono, electricidad, etc), mayor densidad poblacional en la región donde se instala y un sinfín de consecuencias que resultan con el sólo hecho de su instalación, sin considerar siquiera la cuestión de legalidad o no de su ingreso al país, ni otros aspectos concomitantes; que siendo escasos o insuficientes estos servicios para su propia población, ahora con el aumento, la demanda, quizá sea mayor, lo cual refleja cuán complicada es la cuestión.
En el Primer Congreso Paraguayo de Población realizado en Asunción, del 26 al 28 de agosto del 2003, el compatriota Dr. Marcial Riquelme, profesor asociado del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad Estatal de Kansas (EE.UU), en una de sus exposiciones, fruto de su investigación, ha sentenciado que en el país, de los 17 departamentos, sólo en 5 no se tienen presencia de migración brasileña y en algunos departamentos se tienen graves amenazas de la pérdida de identidad cultural; de aquel tiempo a esta parte, habremos de preguntarnos -considerando la facilidad con que se instala el flujo migratorio proveniente del Brasil en el país- si algo se ha alterado en esa estadística.
Este contingente de personas llegan al país fácilmente, se instalan de igual modo –la gran mayoría-, acceden a créditos rápidamente y al poco tiempo adquieren y concentran gran cantidad de tierra, en detrimento no en pocas veces de los pobladores originarios, que presionados o tentados por la oferta que se les hacen migran hacia las urbes, constituyendo los cinturones de pobreza. Como podrá apreciarse en este análisis, el impacto que provoca la migración en nuestro país desde el punto de vista de las demandas sociales, podremos percatarnos de que representa una presión social muy grande y su contención no podrá darse mediante campañas, sino programas adecuadas sobre la base de una política migratoria clara y estable.
El impacto que significa este tipo de migración que se instala en el país no sólo se puede reducir, estrictamente al ámbito de la productividad o la economía, sino que ella rebasa y afecta al orden cultural, política, social, religión, y en otras esferas de la sociedad, transformando la “cultura autóctona”, ante la fragilidad que representa la que la acoge. Ello deriva en una pérdida paulatina y progresiva de la propia identidad y consecuentemente la propia nación que se sustenta en esa identidad. Por eso, creemos que sólo con una idea concreta y realista en materia migratoria sujeta a una política transparente, podremos asegurar nuestra soberanía. El Estado tiene ese deber de dictar reglas claras sobre la materia que nos ocupa y disponer que las instituciones que tienen a su cargo la aplicación sean, al mismo tiempo eficientes y pertinentes, brindando la seguridad, tanto a los que llegan como a los que ya están instalados, refundando de este modo el Estado de Derecho. Por algo se empieza.
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